"Aún no tiene título se llama esta entrada. No pensaba escribir ningún pasaje en el blog pero acá va.
Dedicado a Caro.
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El ser humano tiene esa manía, ese arrebato, de arruinar las
cosas cuando marchan bien, encontrar la 5ta pata al gato, quitar la 4ta pata a
la mesa, para ver si se tambalea solamente; porque algo malo tiene que tener,
no puede ser tan bueno... no puede.
Cuando lo conocí no
preste mucha atención, el pasó totalmente a un segundo plano, como una ráfaga
sin importancia de la cual olvidaría por
dos días, hasta que su mensaje me haría recordar de su existencia.
Nunca pensé que ese desconocido pasaría a ser tan
importante, a movilizarme internamente así, de la nada, con tan poco, tan solo
con palabras lejanas, tan impersonal.
De voz pausada y bien modulada, algo erudito al hablar; no
concordaba mucho con su apariencia física de niño lindo, sus ojos verdes de
mirada penetrante, los cuales con el tiempo, me costaría tanto mirar
directamente.
Sentía que me leía al mirarlo a los ojos, que sabía lo que
pensaba, sentía o quería y eso me cohibía de manera tal que desviaba mi mirada,
siempre esperando que el volviera a insistir con su brillo pícaro a que mis
ojos re incidieran en los suyos, para intentar nuevamente leerme.
Apareció sin que lo buscara, en un momento de gran confusión
en mi vida, no recuerdo porque, fue obra del destino o la causalidad. Werther no cree en el destino ni las
causalidades, cree que las causalidades son productos de nuestros actos
simplemente.
Yo sí creo en el destino, si bien uno decide el camino que
toma en definitiva, los sucesos se dan porque tienen que darse, porque algo
está marcado para que sucedan y ahí entra el libre albedrio, a través de elegir
que haremos con dichas situaciones.
Amaba su elegancia al caminar, al sentarse, al cruzar las
piernas, al servir una copa de vino, el pequeño giro que le daba a la botella
para que cayera de manera elegante la última gota.
Era un caballero, el mismo se había formado como tal. “Fue
un proceso muy largo, de muchos años” decía.
Al igual que Cocteau se auto-infringió a la adicción al opio para
entender lo que se sentía y entender como liberarse de ello, Werther se
auto-infringió la caballerosidad.
Este caballero me hizo sentir comprendida, de cierta manera
hablábamos un mismo idioma, que solo nosotros conocíamos, aun sin conocernos,
lo que volvía toda esta situación más extraña, atípica, temerosa, temerosa de
que fuera a ser todo esto, de si alguno de los dos saldría lastimado, de si valdría la vida vivirlo o
no, esto .. Que no sabíamos que era, pero sin dudas era algo.
No me malinterpreten, Werther parecía salido de un
cuadro. Por fuera era un Miguel Ángel
pero por dentro era un Guernica, revolucionado, confuso, con todas las partes
entremezcladas, a la espera de lograr un orden en ese entrevero el cual lo
perseguía hacia 7 años; o vaya a saber si no provenía ese entrevero de antes,
desde ese sentimiento de introspección y falta de entendimiento que lo
perseguía, hasta que conoció a Julia, y empezó a dudar si existía esa persona
que podría llegar a comprenderlo realmente, a hablar su mismo idioma, a
conectar, a tender un puente.