domingo, 21 de agosto de 2011


Ahí estaba yo. En una vieja casona; tirada en un sillón, esquinado a una mesa, rodeada de personas desconocidas, acompañando a alguien que conocí esa noche.

El olor del ambiente era fuerte y diverso, mezcla de perfume, humo de cigarrillo y pintura fresca. Al igual que era diversa la gente que colmaba el ambiente. Gente de distintas partes del mundo, situados en un lugar imaginable como es esta Ciudad.

Y yo ahí, como una observadora convidada a ser participe de lo que no se ve por una noche. De esa bohemia que se esconde en algún barrio Montevideano y que pocos saben que está y sigue viva.
Rodeada de gente que lo único que tenía en común era nada.

Me sentí personaje de un cuento de Cortázar.

Me sentí en Rayuela.




lunes, 15 de agosto de 2011


Y a veces pasa que la única compañía adecuada que encontras es un cigarrillo, el cual tenías guardado en una caja, dentro de una vieja cartera, la cuál no pensabas tocar. Caja la cuál, a pesar de estar siempre vigente la intención de tirar, por una razón u otra, está intacta, en dicho sitio, a la espera de alguna oportunidad oportuna, para sacar un cigarrillo; buscar el cenicero y hacer magia.

Vaya a saber uno porque, ese inhalar te hace sentir menos solo, te quita la agonía del silencio ensordecedor que te rodea.

Bendito veneno que te transmite un placebo sentimiento de paz y te hace pensar como ha pasado el tiempo. ..