sábado, 11 de agosto de 2012

Algo que me gusta mucho son los edificios en ruina.

No sé porque será, quizá porque a través de ellos vemos que todo es efímero, que el hombre no es tan poderoso como cree.

Pero también me gustan los edificios que perduran, porque tienen historia, porque no llegaron a ser “edificios en ruina”.

Más aún si son puntos de la Ciudad poco reconocidos.
Eso es lo que más aprecio de la Plaza Zabala.

Todos saben que está ahí, pero pocos han pasado esas vallas que la encierran, pocos se han sentado en sus bancos, pocos saben que es la única de su especie en la Ciudad.

La pobre está ahí, inerte.