lunes, 4 de julio de 2016

Aún no tiene título


"Aún no tiene título se llama esta entrada. No pensaba escribir ningún pasaje en el blog pero acá va.

Dedicado a Caro.

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El ser humano tiene esa manía, ese arrebato, de arruinar las cosas cuando marchan bien, encontrar la 5ta pata al gato, quitar la 4ta pata a la mesa, para ver si se tambalea solamente; porque algo malo tiene que tener, no puede ser tan bueno... no puede.

Cuando lo conocí  no preste mucha atención, el pasó totalmente a un segundo plano, como una ráfaga sin importancia de la cual  olvidaría por dos días, hasta que su mensaje me haría recordar de su existencia.

Nunca pensé que ese desconocido pasaría a ser tan importante, a movilizarme internamente así, de la nada, con tan poco, tan solo con palabras lejanas, tan impersonal.

De voz pausada y bien modulada, algo erudito al hablar; no concordaba mucho con su apariencia física de niño lindo, sus ojos verdes de mirada penetrante, los cuales con el tiempo, me costaría tanto mirar directamente.

Sentía que me leía al mirarlo a los ojos, que sabía lo que pensaba, sentía o quería y eso me cohibía de manera tal que desviaba mi mirada, siempre esperando que el volviera a insistir con su brillo pícaro a que mis ojos re incidieran en los suyos, para intentar nuevamente leerme.

Apareció sin que lo buscara, en un momento de gran confusión en mi vida, no recuerdo porque, fue obra del destino o la causalidad.  Werther no cree en el destino ni las causalidades, cree que las causalidades son productos de nuestros actos simplemente.

Yo sí creo en el destino, si bien uno decide el camino que toma en definitiva, los sucesos se dan porque tienen que darse, porque algo está marcado para que sucedan y ahí entra el libre albedrio, a través de elegir que haremos con dichas situaciones.

Amaba su elegancia al caminar, al sentarse, al cruzar las piernas, al servir una copa de vino, el pequeño giro que le daba a la botella para que cayera de manera elegante la última gota.

Era un caballero, el mismo se había formado como tal. “Fue un proceso muy largo, de muchos años” decía.  Al igual que Cocteau se auto-infringió a la adicción al opio para entender lo que se sentía y entender como liberarse de ello, Werther se auto-infringió la caballerosidad.

Este caballero me hizo sentir comprendida, de cierta manera hablábamos un mismo idioma, que solo nosotros conocíamos, aun sin conocernos, lo que volvía toda esta situación más extraña, atípica, temerosa, temerosa de que fuera a ser todo esto, de si alguno de los dos saldría  lastimado, de si valdría la vida vivirlo o no, esto .. Que no sabíamos que era, pero sin dudas era algo.


No me malinterpreten, Werther parecía salido de un cuadro.  Por fuera era un Miguel Ángel pero por dentro era un Guernica, revolucionado, confuso, con todas las partes entremezcladas, a la espera de lograr un orden en ese entrevero el cual lo perseguía hacia 7 años; o vaya a saber si no provenía ese entrevero de antes, desde ese sentimiento de introspección y falta de entendimiento que lo perseguía, hasta que conoció a Julia, y empezó a dudar si existía esa persona que podría llegar a comprenderlo realmente, a hablar su mismo idioma, a conectar, a tender un puente.

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